Mis 7 razones (muy meditadas) de por qué José María Díez tiene que tener un lugar en el Museo Reina Sofía en 10 años.
Generalmente estos Post los firma Minimae como empresa.
Esta vez lo voy a hacer yo: Pepe Gómez Larraz, cabeza visible de Minimae.
Así que si en el futuro quieres reclamar a alguien o a alguien a quien echar en cara lo que voy a escribir, tendrá nombre y apellidos.
No puedo garantizarte que José María Díez, el artista que hoy te voy a presentar, vaya a estar en El Reina Sofía.
Prometerte algo que no depende directamente de mí es una soberana estupidez.
Lo que sí puedo asegurarte es que Díez debería, sí o sí, estar en el RS en un plazo de 10 años.
Y lo que también puedo asegurarte es que pondré todo mi empeño, ilusión y talento en poner a JMD en el lugar que se merece. Y ese lugar es el MNCARS
¿Por qué?
Aquí van mis 7 razones:
1- Porque José María Díez es mucho mejor que algunos artistas colgados en el Reina Sofía.
No debería haber empezado por este punto, pero es así. No diré nombres pero hay algunos artistas que no deberían formar parte de la permanente del RS y hay algunos otros que sí. Entre otros el maestro Díez.
2- Por la técnica. Juan Carlos (Heredero de Crispín) me lo dijo después de haber enmarcado la segunda tanda de cuadros de nuestro artista: “hacía mucho tiempo que no pasaba por mis manos un artista con tanta técnica”.
Juan Carlos, como no, adquirió una de sus piezas.
Fernando, también de Heredero, compró otra.
“Ver una obra (en vivo) de Díez es callar, observar y admirar”.
2- Porque es clásico y contemporáneo a la vez (Y no resulta nada fácil)
Clásico porque nos traslada a los paisajes velazquianos, a Piero della Francesca, a Patinir (mucho), a los Van Ruysdael, a Constable, a Corot, al romanticismo de Friedich y aunque él no lo nombre, a la luz de Turner, siempre la luz…
Contemporáneo porque es diestro en fusionar extremos. Pondré un ejemplo. Es capaz de entrelazar el hiperrealismo de Antonio López con el expresionismo abstracto de Zóbel sin que chirríen en ningún momento.
3- Porque atrapa a primera vista. Lástima que no lo tengas delante.
En uno de mis mails anteriores decía que con JMD había llorado dos veces: la primera, cuando me enfrenté a sus obras en vivo… la segunda, cuando tuve que fotografiarlas.
Es imposible trasladar a una imagen los matices del grafito. Imposible.
Por eso JMD atrapó en Heredero de Crispín, nuestro taller de enmarcación. Cuando alguien se sitúa frente a sus obras y no sabe a ciencia cierta si lo que ve es realidad o ficción. Puede, incluso, llorar.
A mí me pasó.
4- Estilo propio. Sí.
Este para mi es el punto más importante. Ni técnica, ni influencias, ni fuegos de artificio. Si a todo esto no le acompaña un sello indeleble, original, reconocible, poca proyección tiene en los próximos años.
Díez ya no juega a descubrirse. Lo hizo hace mucho tiempo.
Ahora sólo puede evolucionar, pero siempre a través de sus huellas: luz, humo, claroscuros, escaleras hacia el infinito, Roma, Extremadura, fiordos, hiperrealismo, pintura flamenca… tótems de toda una vida pintando.
5- Porque es «El Dios de la luz«. Y, curiosamente, estas piezas solo “iluminan” en blanco y negro. Esta es su grandeza.
Insisto. Solo ante ellas y en vivo sus obras te convencerán de que el apelativo no le queda corto.
El Dios de la luz.
No me arrugo al decírtelo.
6- Por su grandeza humana.
Dejo para el final el punto más importante.
Siendo todo lo anterior verdad, si sus talentos humanos no le acompañaran, nada de esto habría ocurrido.
Al menos en Minimae.
Muchos estúpidos pululan alrededor del arte.
Te aprecio, maestro, te quiero como amigo, como hermano “casi mayor”. De niños y sin saberlo, jugamos en la vera de un río extremeño.
Y ahora, pasen y disfruten del nuevo DIOS DE LA LUZ