Atalaya III. En ocasiones, la grandeza de José María Díez se traduce en "ventanas a su mundo". Ventanas en las que todos nos vemos identificamos porque en ocasiones hemos llegado allí atraídos por su grandeza.

Estas ventanas de Díez son familares a nuestros ojos. Quién no ha parado a pie de una carretera para contemplar un paisaje sobrecogedor... Esta familiaridad que nuestro instinto identifica rápidamente, en realidad no corresponde con ningún paisaje real. Nadie ha estado allí a excepción de la mente del artista. Y aquí radica su maestría: en convertir paisajes fantásticos en reconocibles para nosotros.

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